Creaciones Musicales y No Músicas..

Quebrar el cielo, perder el universo simbólico
Si tomamos el sonido como signo, éste es poseedor de un significado simbólico; su consideración y valor se encuentra dado por el contexto en donde se manifiesta y del mismo modo su significancia.
Entonces, a pesar de que en la música occidental hoy se utilicen ruidos, nunca dejarán de ser tratados como ruidos, no es asi? Distinto será para el pueblo mapuche, diné o atacameño, en los que quizás, los aparentes mismos ruidos, son entendidos como entes vivos, como fuerzas presentes de otro orden que tienen una implicancia concreta más allá de un hecho estético vocativo, y son co-creadores de un hecho sonoro específico.
De ahí que el winka (no nativo) no pueda comprender que los instru- mentos musicales son entes vivos, y no en un sentido de representación, sino que en sí mismos poseen fuerza y conocimiento propio. Un kultrün, el tambor de machi (autoridad espiritual mapuche), guarda su aliento, los saberes y memorias del universo; por esto no tiene acceso libre a tocarlo cualquier persona, ni tampoco a utilizarlo en cualquier momento.
Existen en todas las naciones antiguas, formas y estructuras propias para cada acción, y épocas del año, como también música ceremonial inalterable y otras más abiertas e improvisadas, de tintes sociales.
Entonces, en la interconexión con la Mapu , el sonido, que está vivo, equilibra los espacios; y por ende ya no es sólo música o arte, desde esta perspectiva: es la vida misma vibrando en comunicación, y no otra cosa.
En el multiculturalismo que propone la visión de un mundo actual donde las diferencias se funden o fusionan en nuevos modos de dirigir a la humanidad a la evolución y unicidad , hay que asumir que se retocan las huellas esenciales de cada cultura para consolidar una cultura hegemónica direccionada al consumo; una nueva identidad global neutral funcional, que recrea un universo simbólico desterritorializado, trastocando valores por bienes de consumo.
Así, se invisibilizan las marcas identitarias de origen, la historia, las cicatrices y las arrugas de las que cada cultura debería enorgullecerse y tener acceso, para reconstruir y mantener su identidad. Se erosiona el lugar antropológico que sostiene a una civilización, quedando ésta como semilla sin suelo donde enraizarse.
Desde el proyecto “Músicos y. No Músicos”, se asume una posición diferenciada: los talleres, encuentros y cursos que se brindan implican un quiebre en las bases establecidas por una “cultura esqueje” impor-
tada, hetero-eurocentrista-materialista, de la cual “el mundo culto” se encapsula y enorgullece.
Lo que el artista intelectual de clase media se propone desde hace 200 años, es agradar, ser apremiado y reconocido “como un europeo”. Esta razón de pulcritud y de exitismo, es exigida y validada en la esterilidad de las universidades; ya que las instituciones académicas sirven con eficacia al sistema de opresión cultural, apremiando esta conducta, becando e incentivando solo a quienes se refugian en la estabilidad de una realidad comprimida y estéril. Ahora bien, en el caso de rozar alguna verdad honda, el artista intelectual de clase media adoctrinado para embellecer, cierra toda posibilidad de visión o de resquicio hacia lo viviente; porque no está formado más que para buscar la aprobación de una élite cultural. Se lo adoctrinó para imponer la forma por sobre el contenido, para limitar lo “salvaje” y lo improvisado, para no confesar la realidad subcutánea.
Desde la creación de América, las expresiones de las primeras naciones son desestimadas. Sólo sobreviven en el encierro, en un margen delimitado como piezas arqueológicas primitivas de museos etnográficos; exóticos trofeos de una supuesta guerra ganada por el progreso, que hoy mantienen como material de estudio para el avance de las ciencias; a causa de que la objetividad científica exige que lo ancestral sea siempre lo muerto y encerrado, porque el “Indio” debe ser salvaje para justificar su exterminio, o silencioso y sumiso. De igual modo se invalida lo gauchesco, lo campesino... lo popular.
A las expresiones de estos sectores, se les exige quietud y silencio, porque la ley implica que el pobre debe de ser manso ante la mentira que lo convierte en indigno por nacimiento. Debe creerse y sentirse impuro, aceptándose como único culpable de su marginalidad, por haber nacido pobre y sin suerte, alma errante de un mundo ya establecido.
El arte popular, en su reacción, siempre se encuentra infringiendo esta Ley, porque la Ley que impone el poderoso encubre la mentira del progreso, y se asienta en la modalidad de la exclusión; así, el arte que nace del barro altera el orden de lo establecido indudablemente.
Por todo esto, desde este espacio, se exije el reconocimiento a un Arte no humano, un NO-Arte, donde se advierten “músicas” que no son músicas, donde se asume la existencia de instrumentos musicales, que a diferencia de los occidentales, son elementos-simbolos esenciales de culturas que resisten a 525 años de opresión sistemática, resguardando la vida en todos sus órdenes.
Bajo esta visión, buscamos re-pensar... crear todo de nuevo si así fuese necesario; para concebir una identidad sonora lejos de todo tipo de estereotipos plásticos, y de exóticas apropiaciones culturales, que neutralizan nuestras voces.
Por la autodeterminación, tomamos el desafío de re-crearnos
Amuley tain weychan!
Chaltumay!

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